Hay batallas que no se pueden vencer.
El tiempo condena y no exonera ídolos. El ciclo de vida de Al Oerter se cerró
el primero de octubre del 2007, a los 71 años, en un hospital de Fort Myers, en
el estado de Florida.
"El gigante tierno, más grande que
la vida", como lo recuerda su amada esposa Cathy, falleció a causa de
problemas cardiácos y presión alta, problemas que sufrió desde la infancia.
Aquel corazón, generador de las hazañas más resaltantes, también marcó el fin
de los días del discóbolo más grande de la historia moderna de los Juegos
Olímpicos.
“Hoy el movimiento olímpico perdió a
uno de sus grandes embajadores. Su legado es el de alguien que encarnó todos
los atributos positivos asociados con un atleta. Actuó con distinción y
transfirió esa excelencia a su defensa del movimiento olímpico y sus ideales”,
señaló aquel trise día Peter Ueberroth, presidente del Comité Olímpico de
Estados Unidos (USOC).
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