Pese a su talento
reconocido por los expertos, Al requirió de un toque de suerte para conseguir
su primera hazaña. Resignado por su cuarto lugar en las pruebas de selección previas,
Oerter recibió un empujón del destino: la lesión de un atleta le otorgó el
pasaje con destino a Melbourne.
La suerte sólo se
relaciona al curioso antecedente. Lo siguiente es mérito propio. En la
clasificación, Oerter brilló con luz propia y obtuvo la mejor marca. En la
final, el novato de tan solo 20 años derrotó al favorito la competición, su
compatriota Fortune Gordien. Un lanzamiento impecable de 56,36m en su primer
intento le otorgó el oro. Sorpresa.
De esta manera, se iniciaba el largo y condecorado recorrido del lanzador de disco. "Al principio no me daba mucha cuenta de lo que aquello significaba, pero cuando lo pensé un poco comenzaron a aflojárseme las piernas y casi me caigo al suelo", declaró Oerter tras aquel categórico triunfo.
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